miércoles, 5 de noviembre de 2025

El Extraño Caso de la Rapsodia Duplicada

El Extraño Caso de la Rapsodia Duplicada

Dos personajes animados interpretaron la misma pieza de Liszt y desataron una de las controversias más peculiares de Hollywood

En el panteón de las disputas creativas de Hollywood, donde los egos chocan con la regularidad de platillos en una sinfonía de Mahler, existe una controversia de 1947 tan deliciosamente absurda que parece inventada por un guionista particularmente ingenioso¹. Fue el año en que dos estudios de animación produjeron, con una sincronización que habría impresionado al propio Liszt, cortometrajes prácticamente idénticos sobre animales antropomórficos intentando interpretar la "Rapsodia Húngara n.º 2" mientras son saboteados por roedores más pequeños.

El escándalo, si podemos dignificar con tal término una disputa entre dibujos animados, involucró a dos de los personajes más reconocibles de la época dorada de la animación: Tom, el gato perpetuamente frustrado de Metro-Goldwyn-Mayer, y Bugs Bunny, el conejo irreverente de Warner Bros. Ambos, en sus respectivos cortometrajes —The Cat Concerto y Rhapsody Rabbit—, aparecían ataviados con frac, sentados ante imponentes pianos de cola, intentando navegar los formidables pasajes de Liszt mientras lidiaban con pequeños saboteadores peludos.

La similitud entre ambas producciones trasciende la mera coincidencia temática. Las secuencias cómicas —dedos aplastados por tapas de piano, la progresiva exasperación del intérprete, el caos musical resultante— se desarrollan con una correspondencia casi coreográfica. Es como si dos equipos de creativos, separados por las fronteras corporativas de Hollywood, hubieran sido poseídos por el mismo espíritu de comedia física.

El Teatro del Absurdo en la Noche de los Oscar

La ceremonia de los Premios de la Academia de 1948 proporcionó el momento dramático que toda controversia de Hollywood requiere. Cuando The Cat Concerto iluminó la pantalla del teatro, la audiencia —esa congregación de profesionales hastiados que había visto todo— estalló en carcajadas genuinas. Pero cuando las luces volvieron, Friz Freleng, el cerebro detrás de Rhapsody Rabbit, se levantó con la indignación de un compositor al que le han robado su sinfonía. Su acusación de plagio reverberó por la sala con más fuerza que un fortissimo mal ejecutado.

El desenlace fue devastador para Warner Bros.: MGM se llevó el Oscar al Mejor Cortometraje Animado, mientras que la entrada de Freleng ni siquiera mereció una nominación. Que un gato triunfara sobre un conejo en una competencia de originalidad añadió una capa adicional de ironía a un episodio ya de por sí surrealista.

La Arqueología de la Producción

Los investigadores de esta peculiar controversia —y sí, existen personas que dedican su tiempo académico a estas cuestiones— han excavado en los archivos de producción con la meticulosidad de egiptólogos desenterrando papiros. Los registros sugieren que Warner Bros. había comenzado primero; sus grabaciones musicales y de voz estaban completas cuando MGM apenas comenzaba a animar sus secuencias.

Esta cronología apunta hacia una de dos posibilidades. La primera, favorecida por los teóricos de la conspiración de Hollywood (una demografía considerable), sugiere que alguien en los laboratorios de Technicolor, donde ambos estudios procesaban sus películas, permitió que el trabajo de Warner Bros. encontrara su camino hacia las mesas de dibujo de MGM. Es una teoría que combina espionaje industrial con la banalidad de un error administrativo.

La segunda posibilidad es más filosófica y, por tanto, menos satisfactoria para aquellos que prefieren villanos identificables: la invención simultánea. Este fenómeno, que nos dio el cálculo (Newton y Leibniz), el teléfono (Bell y Gray), y la teoría de la evolución (Darwin y Wallace), podría haber producido también dos cortometrajes idénticos sobre mamíferos musicales.

La Lógica Narrativa Como Evidencia

Joseph Barbera, la mitad más locuaz del dúo Hanna-Barbera, planteó una vez lo que podría ser el argumento más convincente a favor de MGM: "¿Qué sentido tiene que un conejo pelee con un ratón?" La dinámica gato-persigue-ratón de Tom y Jerry era ya una fórmula establecida, un algoritmo narrativo que funcionaba con la precisión de un reloj suizo. Para Bugs Bunny, cuyo modus operandi típicamente involucraba burlar a cazadores miopes y patos neuróticos, el papel de concertista frustrado parecía una desviación inexplicable.
Sin embargo, Warner Bros. mantuvo su versión de los hechos con la tenacidad de un perro con un hueso particularmente sabroso. Los registros de producción, insistían, no mentían. Habían llegado primero a la idea, y si alguien había tomado prestado (el eufemismo preferido de Hollywood para "robado"), había sido MGM.

El Legado de una Duplicación

Lo que permanece indiscutible, más allá de las acusaciones y contra-acusaciones, es la excelencia de ambas obras. Tanto The Cat Concerto como Rhapsody Rabbit son ejemplos magistrales de sincronización musical, comedia visual y animación de personajes. Que Hollywood produjera dos versiones casi idénticas de la misma premisa elaborada dice algo profundo sobre la naturaleza de la creatividad en la era industrial: es simultáneamente única y replicable, original y derivativa.

La controversia también ilumina las ansiedades de una industria donde la originalidad es tanto una mercancía como una obsesión. En un ecosistema donde las ideas valen millones y la imitación es tanto halagadora como lucrativa, la línea entre inspiración y plagio se vuelve tan borrosa como un fotograma mal enfocado.

Una Coda Irónica

Setenta y siete años después, la pregunta de quién copió a quién importa menos que el hecho de que ambos estudios, en su afán por entretener, eligieron la misma improbable premisa: que ver a un animal en frac luchar con Liszt mientras otro animal más pequeño sabotea la actuación era el pináculo de la comedia sofisticada.

Franz Liszt, ese showman del siglo XIX que inventó el recital de piano moderno y causó lo que la prensa de la época llamó "Lisztomanía", probablemente habría apreciado la ironía. Su música, compuesta para deslumbrar a las audiencias europeas y establecer su supremacía técnica sobre sus rivales, terminó siendo el vehículo para una disputa entre un gato de Nueva Jersey y un conejo de Brooklyn².

Que dos de las mentes creativas más brillantes de la animación estadounidense llegaran independientemente —o no— a la conclusión de que la "Rapsodia Húngara n.º 2" necesitaba urgentemente ser interpretada por mamíferos animados en conflicto con roedores, permanece como uno de los misterios más encantadores de Hollywood. Es un recordatorio de que en el reino de la creatividad comercial, hasta las ideas más absurdas pueden ser tan valiosas que merecen ser robadas. O inventadas dos veces.

¹ El hecho de que esta disputa involucrara derechos de autor sobre gatos y conejos dibujados, en una época en que Hollywood estaba siendo investigado por el Comité de Actividades Antiamericanas, sugiere que la industria tenía un talento particular para enfocarse en lo verdaderamente importante.

² En sus memorias póstumas (si tal cosa existiera), Liszt podría haber notado que su legado incluye no solo revolucionar la técnica pianística y prácticamente inventar el concepto de la celebridad musical moderna, sino también proporcionar la banda sonora para que dos generaciones de niños aprendieran que los yunques, cuando se dejan caer sobre las cabezas, producen un sonido sorprendentemente musical.

Enlaces de referencia:

· Wikipedia - Rhapsody Rabbit
· Wikipedia - The Cat Concerto

· All characters © Warner Bros.

Cursos:

Cursos online de animación 2D

Inspiración:

→ Artículo inspirado en The Cat Concerto vs Rhapsody Rabbit: Who Copied Who? de Steve Reviews

mexicanmasa

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