Cuando el diseñador más influyente del siglo XX aprendió que, en el cine, hasta los genios tienen jefe
En los anales del diseño gráfico cinematográfico, pocas colaboraciones han producido tanto papel desperdiciado y tanta correspondencia pasivo-agresiva como el encuentro entre Stanley Kubrick y Saul Bass durante la creación del póster para The Shining. Es una historia que ilustra perfectamente esa verdad fundamental de Hollywood: que el ego del director, como el universo mismo, tiende hacia la expansión infinita.
Era 1978, y Saul Bass —el hombre que había reducido Vertigo a una espiral, Anatomy of a Murder a una silueta desmembrada, y The Man with the Golden Arm a un brazo angular y adicto— recibió lo que debió parecer un encargo rutinario: diseñar el póster para la nueva película de Stanley Kubrick. Bass, acostumbrado a destilar la esencia cinematográfica en geometría pura, no podía saber que estaba a punto de embarcarse en una odisea de revisiones que haría parecer a Sísifo un holgazán. Los primeros cinco conceptos que Bass envió empleaban puntillismo, esa técnica impresionista de construir imágenes a partir de puntos diminutos. Bass, con el entusiasmo de un artista que cree haber capturado algo esencial, describió su favorito como "provocativo, aterrador y emocional". Un mes después —un mes entero, nótese, durante el cual Bass presumiblemente esperó con la ansiedad de un estudiante aguardando calificaciones— llegó la respuesta de Kubrick en forma de telegrama. Con la calidez emocional de un diagnóstico médico, el director declaró que los diseños eran "bellamente hechos" pero "ninguno de ellos es correcto". La Tiranía de la Perfección
Lo que siguió fue una masterclass en microgestión creativa. Kubrick, el hombre que una vez hizo repetir a Tom Cruise la misma escena de caminar por una puerta noventa y cinco veces para Eyes Wide Shut, ahora dirigía su legendaria obsesión hacia el arte estático. Exigió "muchísimos bocetos a lápiz" antes de que Bass invirtiera más tiempo en diseños acabados. Las notas manuscritas del director revelaban una mente que encontraba defectos con la precisión de un cirujano: un diseño parecía "una película de ciencia ficción" (pecado capital para un film de terror); otro, que ingeniosamente dejaba espacios en blanco en la palabra "Shining" para crear un efecto luminoso, fue rechazado porque el título se veía "mal" y era "difícil de leer".
Bass, el maestro del minimalismo visual, el hombre que había enseñado al mundo que menos es más, se encontraba ahora dibujando boceto tras boceto para un director que parecía creer que más era apenas suficiente. Era como pedirle a Rothko que añadiera más detalles, o insistir que Mondrian necesitaba más curvas. El Maratón de las Variaciones
La insistencia de Kubrick en incluir un rostro —posiblemente influenciada por la portada original de la novela de Stephen King, aunque Kubrick jamás admitiría tal influencia pedestre— llevó a Bass a producir lo que él mismo estimó en trescientas variaciones. Trescientas. Es una cifra que merece contemplación. Si Bass hubiera dedicado apenas una hora a cada variación, habría invertido casi ocho semanas de trabajo a tiempo completo. Si dedicó dos horas por diseño, estamos hablando de cuatro meses de labor. Todo para un póster.
El mismo diseñador que había capturado el vértigo de Hitchcock en una sola espiral hipnótica ahora se encontraba redibujando la misma cara dentro de la misma letra, una y otra y otra vez, como un monje medieval iluminando el mismo manuscrito hasta la eternidad. Bass, con la resignación filosófica de alguien que ha visto el abismo y decidido cobrar por hora, admitió más tarde que trabajar con Stanley "me volvió loco" pero que respetaba profundamente su obsesión. Es el tipo de declaración que los supervivientes de experiencias traumáticas a menudo hacen, una mezcla de síndrome de Estocolmo y genuina admiración profesional. El Amarillo del Autoritarismo
El diseño final —ese rostro aterrorizado, presumiblemente del joven Danny Torrance, atrapado dentro de la monumental 'T' del título, todo sobre un fondo de amarillo chillón— llegó con su propia justificación kubrickiana. El amarillo, explicó el director con la seriedad de un semiótico de la Bauhaus, no era una elección estética sino una decisión basada en la psicología del tráfico urbano: "Si nos fijamos en las señales de peligro y de tráfico, prácticamente en todo el mundo, el negro y el amarillo significan algo. Es autoritario. Dice: '¡Cuidado, para un momento!'"
Así fue como uno de los directores más visionarios del cine decidió que su película de terror psicológico debía anunciarse con la paleta cromática de una señal de "Cuidado: Piso Mojado". El póster de una obra maestra del horror gótico moderno conceptualizado según los principios del Departamento de Transportes. El Destino de los Perfeccionistas
Este póster —producto de meses de trabajo, cientos de iteraciones, y la erosión gradual de la cordura de uno de los diseñadores más celebrados de América— tuvo una vida comercial peculiarmente breve. Para el lanzamiento internacional y las ediciones domésticas, el mundo adoptó una imagen completamente diferente: Jack Nicholson, hacha en mano, atravesando una puerta astillada con su icónico "Here's Johnny!" Una fotografía directa del film, sin sutileza, sin metáfora, sin puntillismo. Sin Bass. Después de trescientas variaciones, el público mundial terminó viendo una foto de producción que cualquier asistente de marketing podría haber seleccionado en cinco minutos.
El póster amarillo de Bass permanece como un artefacto curioso en la historia del diseño: un recordatorio de que en el cine, la visión singular de un auteur a menudo requiere el sacrificio de otras visiones singulares en el altar de su genio. Es también un testimonio de la paciencia profesional de Bass, quien de alguna manera logró no asesinar a Kubrick con un hacha durante el proceso, aunque uno imagina que la tentación debió ser considerable, especialmente alrededor de la variación número doscientos.
Hoy, cuando los diseñadores gráficos se quejan de clientes difíciles y revisiones interminables, pueden consolarse pensando en Saul Bass, sentado en su estudio, dibujando su variación número doscientos cincuenta y tres de un rostro dentro de una letra, mientras en algún lugar de Inglaterra, Stanley Kubrick examinaba con una lupa cada trazo, preparando su próximo telegrama de rechazo.
En el gran esquema de las cosas, quizás había algo apropiado en que The Shining —una película sobre un hombre que enloquece lentamente por el aislamiento y la repetición obsesiva— tuviera un póster nacido de un proceso que casi enloquece a su diseñador a través del aislamiento creativo y la repetición obsesiva. Kubrick, sin darse cuenta o tal vez con plena consciencia, había convertido el proceso de diseño en una perfecta metáfora de su propia película. Lo cual sería, de alguna manera, aún más perturbador. Enlaces de referencia:
· The Shining (film)
· Saul Bass
· Stanley Kubrick
Cursos:
→ Cursos de diseño de carteles
Inspiración:
→ Artículo inspirado en What's up with this poster for 'THE SHINING'? de Jonathan (Paper & Light)
mexicanmasa
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