Descubre la vida de la pintora alemana Paula Modersohn-Becker, pionera del expresionismo y de la selfie desnuda
Las imágenes de mujeres desnudas han sido uno de los grandes temas del arte clásico y moderno pero, en general, son obras pintadas por hombres, quienes se adjudicaron la libertad de interpretar los cuerpos a gusto personal y con los rasgos de estilo de cada época.Actualmente, en un contexto de revisión constante, el universo de la crítica artística ha vuelto a poner el foco en la pintora alemana Paula Modersohn-Becker, quien destaca por la osadía de haber sido la primera mujer en autoretratarse desnuda. Sin embargo, no es solo el desnudo lo que más impactó de su obra, sino su poderoso mensaje oculto.
Descubre el trabajo y los pensamientos de la pionera del movimiento expresionista en la Alemania de fines del siglo XIX, una mujer que no temió cuestionar los mandatos a través de sus pinturas.
¿Quién era Paula Modersohn-Becker?
Minna Hermine Paula Becker nació en la ciudad alemana de Dresde en 1876. Fue la tercera hija de una familia de siete hermanos. Sus padres fueron personas con una gran cultura, que sabían idiomas y solían viajar. Ellos ofrecieron a su hija un contexto que le proporcionó seguridad para explorar el mundo con confianza.
Su vida se desarrolló con normalidad hasta que, a los 10 años, jugando con dos primas en una cantera de arena, un derrumbamiento enterró a una de ellas, que murió asfixiada. El accidente marcaría indirectamente la obra de Paula: la convertiría en una persona sumamente inquieta y con deseos de vivir.
A los 12 años, el traslado a Bremen de su padre por cuestiones laborales permitió que Paula se encontrara con una gran vida cultural y un nutrido círculo social. A medida que su curiosidad crecía, su familia decidió darle vuelo a sus ansias creativas y la envió a estudiar a Inglaterra donde comenzó a tomar sus primeras clases de arte de las cuales ya nunca pudo alejarse.
Luego de ese primer viaje, la incipiente artista decidió profundizar sus estudios en la Asociación de Artistas Berlineses en donde selló su compromiso con la pintura y comenzó a reconocer en sí misma la semilla de una artista audaz.
Su despertar artístico
Fue en el marco de esa estadía en Berlín, a sus 21 años, que una de sus profesoras, la retratista Jeanne Bauck, la instó a irse París, a sumergirse en el ambiente de artistas y a explorar más a fondo su creatividad. Paula decidió seguir sus consejos pero, antes de mudarse y en una visita familiar a la colonia artística campestre de Worpswede, conoció al artista Otto Modersohn, once años mayor que ella, casado y con una hija. Y se enamoró.
Avida por vivir, Paula decidió emprender ambos proyectos: el viaje a París y su romance con aquel hombre que terminó por separarse para formar pareja con ella.
Otto visitaba a Paula en París, ciudad en la que donde ella comenzó un potente desarrollo artístico. En el proceso, la relación creció tanto como sus dotes en el arte. Sin embargo, aunque Otto también era un artista y apreciaba el crecimiento de su mujer, no simpatizaba demasiado con la vida social parisina que a ella tanto la estimulaba. La fricción entre ambos proyectos de vida, el campestre familiar y el social citadino no tardó en revelarse y muy pronto comenzó a marcar su obra.
La vida privada como obstáculo
En 1901 y entre idas y vueltas y muchas dudas, Paula aceptó casarse con Otto y mudarse al campo. Aún así, mantuvo sus escapadas fugaces a la capital francesa. Durante algunos años la dinámica pareció funcionar, el matrimonio entre ambos no era complicado y su relación era más bien fraternal. Aún así, en sus diarios, Paula reconocía que él no era todo lo que necesitaba, veía la unión más como un obstáculo que como un refugio.
Esto fue lo que le escribió por entonces:
“Mi experiencia me dice que el matrimonio no te hace más feliz. Quita la ilusión que había sostenido una profunda creencia en la posibilidad de un alma gemela. En el matrimonio uno se siente doblemente incomprendida. ¿Y acaso no es mejor sin esta ilusión, mejor estar cara a cara con una gran y solitaria verdad? Estoy escribiendo esto en mi libro de limpieza el domingo de Pascua de 1902, sentado en mi cocina, cocinando un asado de ternera”.
Aburrida de las tareas domésticas y anticipando lo que le podía traer una posible maternidad, la artista aprovechó una de sus escapadas a la capital francesa para plantearse la posibilidad de no volver a la vida familiar nunca más.
Mucho más que un autorretrato desnudo
En esa fuga del mandato matrimonial y de la vida en el campo creó su célebre autorretrato desnuda. Corría el año 1906 y sus manos sobre el vientre hinchado sugerían un embarazo de 4 o 5 meses. La candidez de la imagen y su plenitud parecían reflejar una felicidad conyugal alejada del erotismo y cercana a la ternura. Nada más distante de su realidad.
De acuerdo a von Reinken, este autorretrato, que a primera vista parece ser una celebración de la vida doméstica se trata, en realidad, de una declaración de independencia brutal, la forma que encontró la artista de exteriorizar las expectativas que caían sobre sus hombros. A sus 30 años y tras 6 de casada, Paula apeló a un reflejo ficticio para representar aquella inevitable tensión que sentía entre tomar la decisión de llevar una vida aventurera y creativa y el llamado a ser una ama de casa leal y una madre abnegada.
La singularidad de la obra es que Paula pintó este autorretrato en su aniversario de bodas número seis, luego de escribirle una carta a Otto en el que le pedía que, finalmente, la deje ir.
La libertad Vs. la familia
El año que Paula vivió en París se considera el más prolífico de su carrera. La artista pintó 90 obras, algunas de sus piezas más reconocidas. En este periodo, ella dio nacimiento a un género inédito: el autorretrato desnudo. Sin embargo, la vida como artista era dura: no contaba con ningún reconocimiento, popularidad ni protección.
Apenas días después de expresarle a su marido la decisión de separarse definitivamente le envió otra carta diciendo que se arrepentía, que no estaba lista para la soledad. En la correspondencia con sus amigas reconocía la necesidad de una estabilidad económica y afectiva para poder seguir trabajando y sentía no poder enfrentar la incertidumbre sola en un mundo en el que las mujeres libres y solitarias eran miradas con desconfianza. Frente al miedo a la libertad, la atracción por lo familiar se le reveló como irresistible. Finalmente decidió volver a Alemania con su marido. Apenas regresó al campo, Paula quedó embarazada.
De acuerdo a los especialistas, en este momento, su estética sufrió una metamorfosis y derivó hacia colores más intensos y capas más gruesa, que parecían imitar máscaras.
La maternidad y el final
La artista tuvo complicaciones de salud durante la gestación, que le impedían trabajar. El 2 de noviembre de 1907, y tras un parto difícil, dio a luz a una niña llamada Mathilde Modersohn. El médico recomendó a la artista guardar reposo y el 20 de noviembre le permitieron levantarse.
Apenas dio unos pasos por su habitación cuando sufrió una embolia pulmonar. Paula Modersohn-Becker murió a 31 años.
La consagración de Paula Modersohn-Becker
Aunque la artista murió siendo una desconocida, el paso de los años ha situado a Paula Modersohn-Becker en un lugar destacado. La comprensión profunda de su obra, impulsada por escritoras y biógrafas feministas, ayudaron a poner en valor el profundo testimonio que aportó sobre la vida íntima de las mujeres de entonces sin quitarle un ápice de mérito a su técnica y personalidad que se revelaron grandiosas e inspiradoras.
En 2016 se estrenó una película sobre su vida, Paula en el que se reconoció su valor artístico y su valentía como mujer para profundizar en su búsqueda hasta el final. ¿Conocías a Paula Modersohn-Becker? ¿Te resulta inspiradora su historia?
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