
Empleado en construcciones por diversas culturas con propósitos decorativos, el azulejo ha ganado diferentes usos y se mantiene vivo en la memoria de muchos
Es común y habitual que se usen diferentes materiales en la labor arquitectónica, pero quizá ninguno de ellos es tan popular y versátil como el azulejo. Eso se debe no solo a lo variados y vibrantes que pueden ser sus diseños, sino también a la facilidad de su producción, popularizada a partir del siglo XVIII.
Los primeros registros de azulejos en la historia se remontan al Antiguo Egipto y Mesopotamia, cundiendo especialmente entre los árabes. No fue sino en el siglo XIV, sin embargo, cuando el azulejo alcanzó Europa, volviéndose un símbolo de status en países como España, Holanda y Portugal. Descubre la popular trayectoria de ese elemento en el vídeo a continuación: Antes de convertirse en una excelente opción para fachadas de inmuebles y paredes de cocinas y baños, los azulejos revestían jardines, iglesias, palacios y monumentos. Se producían artesanalmente, uno por uno; por lo tanto, eran caros. Solían utilizarse para narrar pasajes bíblicos, escenas mitológicas o paisajes bucólicos.
Su popularización se dio tras el gran terremoto que arrasó Lisboa en 1755, mientras los portugueses buscaban opciones asequibles para reconstruir la ciudad. En ese momento, surge la producción a gran escala, facilitando la diseminación mundial de esta baldosa.
Existen innumerables tipos de azulejos, pero tres de ellos han marcado a generaciones:
Los clásicos azulejos portugueses
Fondo blanco con diseños azules conforman la estética más conocida de los azulejos. Popular en Portugal, su producción es sencilla, pero permite la creación de patrones y diseños complejos. Un buen ejemplo son las composiciones hidráulicas, grandes murales formados a partir de la repetición y de la combinación de patrones.
Azulejo mudéjar (o hispano-morisco)
Creada por los árabes en la Península Ibérica, esta técnica se caracteriza por patrones geométricos y vidriados. En estos azulejos, vemos una mayor variedad de colores, generados por óxidos metálicos: estaño (blanco), cobalto (azul), manganeso (marrón, negro), hierro (amarillo), cobre (verde)... Una vez que se han sometido a cocción en trípodes, se forman marcas en su parte de atrás – y, a día de hoy, aún se utilizan para determinar la autenticidad de una pieza.
Azulejo holandés (o de figura avulsa)
En esta técnica, el azulejo recibe diseños únicos y aislados, en vez de los patrones que caracterizan la variante portuguesa. Las figuras más comunes son desde flores, pájaros o barcos hasta escenas complejas. Dicha complejidad, de hecho, es la que ha dado fama al azulejo holandés, comercializado desde hace casi 400 años y exportado a todo el mundo. Se emplea comúnmente en cocinas y escaleras, pero también para decorar iglesias y otros templos.
De colores azul y blanco, los azulejos holandeses están hechos a mano y se conectan profundamente con la historia y la cultura de ese país. No importan el tipo u origen: el azulejo es parte indisociable de la estética arquitectónica de muchas culturas y se ha adaptado a cada una de ellas magistralmente. Más allá de una pieza utilitaria, es una expresión artística que sigue viva en la memoria colectiva de brasileños, portugueses, españoles, holandeses... y muchos otros.
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