Hablamos con Marisa Gallén y Silvia Fernández Palomar, Premios Nacionales de Diseño 2019
Este año, dos de los Premios Nacionales de Diseño españoles más importantes (modalidad Profesionales y modalidad Jóvenes Diseñadores) han recaído en dos diseñadoras: Marisa Gallén y Silvia Fernández Palomar.
Gallén, implicada también en actividades asociativas y muy unida a la evolución del diseño en su lugar de origen, València, es la segunda mujer en conseguir este galardón tras el de Pati Núñez en 2007. Por su parte, Fernández Palomar, que se reparte entre la ilustración, el diseño gráfico y la tipografía, trabajando un estilo multidisciplinar, se ha llevado el galardón, según el jurado, por su "valentía a la hora de compaginar creatividad y demanda de diseño”.
Que una mujer gane el Premio Nacional de Diseño ya es llamativo, pero que lo consigan dos el mismo año, en las dos modalidades individuales, es realmente extraordinario. Sin saber todavía si esto supondrá un cambio de ciclo en unos galardones fuertemente masculinizados, decidimos reunir a Marisa y Silvia para hablar largo y tendido de diseño… pero también de cómo se sienten como mujeres en un momento de fuertes cambios para el sector. Domestika: Me imagino que estaréis bastante ocupadas…
Marisa: Está siendo un aluvión, ¿verdad? No me dejan respirar… (risas)
Domestika: ¿Cómo estáis viviendo este reconocimiento?
Silvia: Está teniendo mucha visibilidad en cuanto a entrevistas, me han invitado a bastantes masterclass… Están saliendo cosillas que están muy guays para dar visibilidad a estos premios y a las disciplinas del diseño en las que me muevo más, que tradicionalmente no han tenido tanta cabida en este tipo de reconocimientos.
Marisa: Yo estoy muy contenta. Solo puedo dedicarme a atender entrevistas en prensa, en radio… No me quiero quejar, porque estoy encantada, pero sí que admito que me siento un poco abrumada. No sabía que iba a tener esta repercusión mediática. S: Yo me estoy encontrando con que me hacen preguntas para las que no tengo una respuesta. Yo soy diseñadora y estoy a gusto haciendo mis cosas, pero de ahí a tener potestad como para hablar de las nuevas generaciones en el diseño, el papel de la mujer… tengo mi opinión, pero estoy teniendo muchas preguntas ambiciosas de ese tipo, con las que me hago chiquitita… A mí déjame haciendo mis letras (risas).
M: También es algo muy femenino, lo de hacerse chiquitita… No hemos sido educadas para el triunfo, o para exhibirnos públicamente. Tenemos que hacer un esfuerzo extra, porque no lo llevamos de serie. Pero bueno, ahí estamos, queriendo superar esas dificultades.
Y es cierto que nos hacen preguntas sobre las que no hemos reflexionado lo suficiente, porque no somos académicas: nuestro día a día es trabajar y diseñar. Pensar, porque diseñar es pensar, pero no concentrándonos en un discurso. Quizá eso sea también el futuro de las profesiones: la capacidad comunicativa yo creo que es fundamental hoy en día. Tenemos tantos canales de difusión que como no sepamos tener un discurso vamos perdidos.
Explorando dos trayectorias
D: ¿Por qué creéis que os han concedido el premio? Yendo más allá, ¿por qué creéis que se lo han concedido a la otra ganadora?
M: Viendo tu trabajo, Silvia, me parece que tienes una sensibilidad extraordinaria y una gran capacidad para trasladarte a varios ámbitos de la creación. No me extraña que te hayan concedido el premio.
S: Lo que yo pensaba que jugaba en mi contra al final ha jugado a mi favor, que es precisamente esa multidisciplinariedad. Yo toco muchos palos, y eso me genera un conflicto interno: “Silvia, ¿por qué ayer estabas haciendo cerámica y hoy tipografía?”. Parece que dentro del mundo del arte tiene que haber un discurso muy marcado, pero al fin y al cabo yo soy diseñadora, y el discurso en ese campo no es tan abstracto. El hecho de que me hayan concedido el premio me deja más tranquila, le da más sentido a mi trabajo.
M: Yo creo que tiene muchísimo sentido mezclar disciplinas, y además es lo que más me gusta de ti. Cómo puedes pasar del mundo de los accesorios a la instalación artística o al diseño… S: Yo estoy encantada de haberte conocido. Lo que más me gusta de ti es esa capacidad de hacer. De tener iniciativas, montar cosas y sacarlas adelante. Es una personalidad muy de diseñador: nos imaginamos algo y lo hacemos, porque aprendemos cuando hacemos las cosas. Me da un montón de orgullo y alegría que haya diseñadoras como tú.
M: Yo soy una histórica del diseño: llevo más de treinta años trabajando. Estuve en un estudio que se convirtió en un referente de la modernidad valenciana en los años ochenta. He tenido una carrera larga, manteniéndome siempre en primera línea. También he tenido una vida muy activa en el mundo del asociacionismo, que es algo no muy común en nuestra profesión, en la que es mejor focalizar. Eso a los hombres se les da mejor: su vida es el trabajo. Su criatura es su carrera profesional. Y nosotras tenemos hijos. Eso es una ventaja competitiva que tienen frente a las mujeres: poder focalizarse.
Pero a mi me gusta que la gente sea más dispersa, la verdad… que los intereses sean más variados. Por eso me he dedicado al asociacionismo en varias etapas de mi vida. Ahora mismo estamos con el proyecto València Capital del Diseño, y es un hito muy relevante que no tienen otros profesionales del diseño que hayan competido conmigo en estos premios de 2019.
Diseño generacional
D: ¿Creéis que existen grandes diferencias entre vuestras dos generaciones?
M: Diferencias hay, pero creo que el salto generacional que hubo entre mi generación y la anterior fue mucho mayor que el salto que hay entre Silvia y yo. En mi estudio somos tres diseñadoras, tres generaciones diferentes, y trabajamos juntas.
S: Dentro de que somos generaciones diferentes, creo que estamos trabajando en el diseño dentro de la misma generación. De alguna manera, la disciplina ha evolucionado hacia muchas ramas, y yo he empezado trabajando en esas nuevas ramas, pero no creo que sea por edad.
M: Yo hice el salto de lo analógico a lo digital, que fue muy importante. Pero ya no tengo ganas de dar otro salto… de lo que tengo ganas es de dedicarme a la ciudad. Me gustaría que en València se instalase un sistema similar al que Nacho Padilla desarrolló en Madrid, en cuanto a gráfica y comunicación institucional.
Las ciudades se están convirtiendo en escenarios homogéneos, con la globalización y las franquicias… y padecemos una saturación comunicativa, con tanta rotulación excesiva y de mala calidad. La híper-iluminación también es una barbaridad… Convertimos nuestras ciudades en escenarios planos, en los que el efecto escenográfico desaparece.
Diseñadoras de lo urbano
D: Os quería preguntar, de hecho, por vuestra vinculación a una ciudad determinada, como València o Madrid.
S: Mi colaboración con el Ayuntamiento de Madrid fue algo muy cortito. Desarrollé una tipografía como proyecto personal, ya que creía que era algo que necesitaba Madrid, por esto mismo que estamos hablando. Los mensajes institucionales tenían tipografías diferentes, tonos diferentes… no podías entender cuándo te estaba hablando la ciudad, cuándo el Ayuntamiento, cuándo era propaganda… Así que me puse a desarrollar una tipografía de forma personal, aunque lo más interesante habría sido desarrollarlo desde cero con las instituciones.
Por suerte, Nacho Padilla vio mi tipografía a través de las redes sociales y empezamos a desarrollar una segunda versión, la cual se ha usado en varias campañas y ahora está disponible para todo el mundo. Tener a un solo diseñador responsable de todo esto en Madrid ha ayudado muchísimo. Se creó un Acuerdo Marco con una serie de proveedores con los que el Ayuntamiento trabaja, y es un gran salto. Puede impactar en temas que van desde la ecología hasta la adopción de mascotas, y utilizando en todos ellos una misma tipografía, dándole una homogeneidad.
M: La campaña para San Isidro es magnífica, con esa tipografía y esas ilustraciones…
S: Eso es gracias a la ilustradora… (risas). A Mercedes DeBellard.
El diseño y lo público
D: Tradicionalmente, existe la idea de que en España se ha desdeñado la profesión del diseñador por parte de las administraciones. ¿Creéis que ha cambiado esa actitud en tiempos recientes?
M: En València, el ayuntamiento acogió con mucho entusiasmo la idea de ser Capital Mundial del Diseño, y nos apoyó desde el principio. Queremos crear además un Consejo de Diseño en el Ayuntamiento, no solo para temas de diseño comunicativo, sino también para urbanismo, mobiliario urbano… muchísimas cosas que podrían hacerse por la ciudad. Esperamos poder ponerlo en marcha en 2021.
Yo intento que siempre se cuente conmigo, y crear conciencia cada vez que doy conferencias, hablar de cómo el diseño puede mejorar las ciudades. Mucha gente no se da cuenta de que estamos rodeados de fealdad: estamos considerando normales cosas que son un ultraje a la visión. Y creo que todo esto tiene solución: frente a otros grandes retos, este no es tan complicado.
S: Los diseñadores tenemos muchísimo que aportar también a la parte de procesos. No me creo que haya tantas cosas que no se puedan hacer online hoy en día, y tengas que ir a tres oficinas simplemente porque no se está pensando, desde el punto de vista del diseño, cómo facilitar las cosas a la gente. No hay cultura de diseño de servicio, de pensar en la gente y diseñar para ellos. Es más bien una suma de tiritas: en España, apenas hay proyectos de diseño de servicios en el sector público.
Orígenes y epifanías
D: Hasta cierto punto, cuando uno está creciendo el diseño no es una disciplina evidente. No es tan obvio o tan intuitivo como otras disciplinas creativas. ¿Cuándo supisteis que os queríais dedicar al diseño?
M: Yo estudié Bellas Artes y me di cuenta enseguida de que no quería ser artista, pero sí dedicarme a algo creativo. A finales de los setenta, en València no se estudiaba diseño. Es una palabra que yo no sé siquiera si conocía. Lo más parecido que se podía estudiar era Dibujo Comercial. En cuarto de carrera, ya en el 81, veo en la revista Cartelera Túria que en su staff había alguien que se dedicaba al diseño de portada. Y eso fue una epifanía: “esto es lo que quiero ser”. Así fue como descubrí que quería ser diseñadora.
S: Yo no tengo un momento tan claro. También estudié Bellas Artes, y la carrera de Diseño apareció cuando yo estaba a mitad de mis estudios. Me matriculé en las dos, y por las mañanas hacía Bellas Artes y por las tardes Diseño, en paralelo. Vi que disfrutaba resolviendo problemas, llegando a ese momento en el que tienes que darle a todo un sentido. Yo necesito ir atándome a cosas, no puedo divagar en abstracto.
M: Te entiendo perfectamente. A mí me encanta tener un encargo. De hecho, creo que ser artista es algo muy valiente, sin que te encarguen nada: “yo hago cosas y yo me lo creo”.
Sobre el diseño y el arte
D: Existe ese debate eterno sobre si el diseño es arte o no es arte.
S: Desde luego, creo que ambas cosas tienen muchos puntos en común, sobre todo en lo que tiene que ver con la formalización de las propuestas. Bebemos del arte en temas de composición, de jerarquías… Pero el diseño se encarga de entender a las personas, de hacer que lo que es útil para ellas y las necesidades del cliente den una buena mezcla. Creo que esa parte el arte no la tiene.
M: Yo he llegado a la conclusión de que, habiéndose expandido tanto los límites del arte desde la aparición del arte contemporáneo, cualquier cosa puede ser arte. Siempre y cuando la comunidad del arte lo legitime, claro: si los museos, los coleccionistas, los estudiosos… deciden que un determinado cartel es arte, pasa a serlo automáticamente. Pero el artista tiene su propio discurso, y el diseñador traduce el discurso del cliente a imágenes, adecuándolo al público al que se dirige.
Visibilizando a las diseñadoras
D: El último Premio Nacional concedido a una mujer fue en 2007, cuando lo ganó Pati Núñez. Recientemente, te he escuchado decir, Marisa, que es curioso este desequilibrio teniendo en cuenta que la mayoría de estudiantes de diseño son mujeres.
M: Eso es como en casi todas las profesiones. Somos muchas mujeres en activo, pero luego los puestos de poder están en manos de hombres. Por eso creo que hay que celebrar los dos Premios Nacionales de Diseño de este año.
S: Yo doy clases de diseño, y en toda la clase tengo solo a tres chicos. A veces, pregunto si a alguien le apetece dar recomendaciones al resto de la clase o busco algún voluntario para algo, y en la primera clase que lo propuse se presentaron los tres chicos de voluntarios. Se ve claramente cómo se nos ha educado a las mujeres para no sentirnos tan seguras a la hora de compartir nuestra opinión en voz alta.
M: Eso se lo he oído decir a tantas mujeres… Existe una inseguridad que nos ataca a todas, a mí también me pasa. Otra cosa que también nos suelen preguntar es si las mujeres diseñamos de manera distinta a los hombres… ¿tú has pensado alguna vez sobre esto, Silvia?
S: Afortunadamente, nunca me lo han preguntado… Pero sí que creo que, con esa sensación constante de que tenemos que esforzarnos más, hacer un esfuerzo extra para demostrar que valemos, trabajamos con otra intensidad. Eso creo que se refleja en cómo diseñamos. Y también es cierto que una parte importante del diseño es presentar las cosas, y ahí tenemos otra gran desventaja.
M: El discurso, como decíamos antes, va a ser cada vez más importante.
S: Yo estoy muy desentrenada en eso. En España creo que no se nos educa en eso, y menos aún si eres mujer. M: A mi me resulta muy difícil diferenciar el estilo de diseño de una mujer del de un hombre. Pero no debería sorprendernos si hay diferencias, dado que nuestra experiencia vital es muy diferente a la de los hombres. Yo cuando he querido hacer una distinción lo he hecho muy a propósito; por ejemplo, cuando he trabajado en una técnica tradicionalmente asociada a las mujeres, como el textil.
Pero es cierto que como diseñadores no podemos implicarnos tanto en nuestra posición personal, tenemos que tener en cuenta siempre las necesidades del cliente. En literatura o arte, tu discurso es totalmente personal. El nuestro es personal, pero siempre mediado por las necesidades del cliente.
R: Muchas veces, cuando se entrevista a diseñadores hombres, se les pregunta en abstracto por temas de diseño: se les pregunta por estilo, por ejemplo. Sin embargo, cuando se entrevista a mujeres diseñadoras, casi siempre se incide en su condición de mujer.
M: Lo que ocurre es que es tan excepcional que las mujeres recibamos premios que llama la atención: resulta interesante mediáticamente. “Qué interesante, una mujer… ¿y cómo lo llevas? ¿cómo concilias con tu vida familiar?…” Eso a un hombre no se lo preguntan, y ellos también tienen hijos. No es justo que seamos las mujeres las que nos encargamos de hacer compatible nuestra vida pública y nuestra vida familiar. No es justo que ellos no tengan que preocuparse por eso.
D: Imagino que este tipo de reconocimientos a mujeres ayudará a generaciones más jóvenes a no sufrir este síndrome del impostor.
M: Desde luego, en mi generación apenas hemos tenido referentes femeninos. Estamos un poco huérfanas. Ahora se está reivindicando mucho a las mujeres en muchos ámbitos, y creo que iniciativas como la publicación de libros dedicados a mujeres diseñadoras puede ser muy interesante.
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