El dibujante, figura esencial del cómic independiente, visita España por primera vez en el marco del Cómic Barcelona 2019
Basándose en sus cómics, uno podría pensar que Daniel Clowes (Chicago, EEUU, 1961) tiene que ser, a la fuerza, un tipo raro, excéntrico, difícil de tratar. Sin embargo, el autor, que se ha labrado una carrera explorando personajes inadaptados, nos recibe amable, risueño, a pesar de llevar dos días en una ronda infinita de entrevistas. Incluso se carcajea cuando afirmamos que es uno de los autores más conocidos del panorama contemporáneo del cómic: “eso no es cierto…”, nos dice, sonriendo.
Lo que es indudable es la influencia de este nativo de Illinois en la narración secuencial de las últimas tres décadas: aunque mundialmente popular por su Ghost World, cómic llevado al cine en 2001 (y por el que Clowes fue nominado al Oscar al Mejor Guion Adaptado), el autor tiene en su haber otras obras tan esenciales como Wilson, Patience o el comic-book de publicación periódica Eightball, en el que, ya en 1989, empezó a volcar todas sus obsesiones.
Una carrera imparable
Tótem de la contracultura en los noventa, actualmente Clowes parece sentirse cómodo en la frontera entre lo comercial y las obsesiones autorales, entre aparecer en series de televisión y mantenerse como enigmático autor de culto: “la popularidad no ha cambiado en absoluto mi forma de trabajar: da igual que salgas en Los Simpson o vivas en un cuchitril, lo importante es que todo lo que vivo acaba formando parte de mis cómics. Mi manera de procesar la realidad no ha cambiado”.
El autor de Ice Haven es sinónimo de dos cosas: de un estilo de dibujo claro con un extraordinario tratamiento del color, inspirado en el cómic clásico estadounidense y la cultura visual de la primera mitad del siglo XX; y de argumentos que van de lo conspiranoico y la psicodelia hasta la observación costumbrista más brutal. Y siempre con personajes, como mínimo, extraños: "intento empezar con personajes que no entiendo mucho, que son complicados… me gusta lidiar con gente así".
Protagonistas que, para Clowes, se definen por oposición al resto del mundo: "el típico personaje de película de Hollywood no tiene cualidades negativas, y si las tiene son bastante falsas, así que yo intento encontrar personajes que tienen cualidades negativas pero de verdad, con los que cuesta tratar, a los que cuesta entender…". Una inmersión en lo que hay más allá de la superficie, afirma, hasta "conseguir entenderlos, conseguir sentir un amor por ellos que se contagiará a la historia".
La belleza de los cómics
El dibujante se encuentra ya en un momento de su vida en el que puede echar la vista atrás y hacer balance del camino recorrido. Sin embargo, intentar reducir la muy diversa producción artística del estadounidense a términos descriptivos es absurdo, como bien indica él mismo: "al final, con mis libros, lo que intento es transmitir algo que no puedo decir con palabras. Esa es para mí la belleza de los cómics, son una forma estupenda de comunicar algo que es imposible decir con una frase".
Por eso, cuando le preguntamos por algún tipo de intención constante a lo largo de su carrera, nos dice que "si pudiese responder a esa pregunta no me haría falta seguir trabajando. Hay artistas que pueden describir su trabajo de forma muy articulada, pero con ellos siento que, en ese caso, ya no me hace falta leerme su obra".
Mirando a las nuevas generaciones
"¿Algún consejo para los que están empezando?" Clowes empieza confesando que odia esa pregunta, ya que "actualmente, cada día aparecen nuevas editoriales, nuevos dibujantes… y no tengo ni idea de qué podría aconsejar a la gente más joven". El estadounidense, en efecto, empezó a trabajar en una época en la que había muy poca gente en el gremio: "en aquel momento podía decirte literalmente el nombre de todos y cada uno de los dibujantes de cómics de EEUU". Había también pocas editoriales y el proceso estaba bastante claro, afirma: "aunque era difícil que te publicasen, sabías lo que tenías que hacer: solo tenías que mandar tu material a este reducido grupo de editoriales y confiar en que algo surgiese".
Al final, eso sí, el autor de The Death Ray se arranca con un consejo atemporal: "a la larga, que tu trabajo sea completamente distinto a lo que hace el resto, que sea reconocible y te centres en lo que te hace especial, es lo que más utilidad va a tener para tu carrera. Intentar dibujar copiando un determinado estilo no es tan eficaz porque, seguramente, ya habrá bastantes personas dibujando en ese estilo y no serás necesario. Si eres específico, sí que serás necesario”.
"El único lugar donde puedo dibujar"
Una especificidad que, en su caso, le ha llevado hasta este punto en su carrera en el que puede permitirse, tres años después de su último cómic, seguir trabajando tranquilamente en su próxima obra y, de vez en cuando, acercarse a los fans para seguir engordando su estatus de leyenda del cómic independiente. Unos viajes a los que suele llevarse un sketchbook con la idea de hacer algunos bocetos: "en este caso pensé que podría dibujar alguna catedral europea y cosas así. Luego, siempre llego a casa, abro la libreta y está completamente en blanco".
Porque, como nos dice Clowes justo antes de despedirse, solo puede dibujar tranquilamente en su casa, en su habitación: "tengo la misma mesa de dibujo desde que tenía 13 años. Me la regaló mi abuela, y el único sitio en el que he dibujado cómics a lo largo de todo este tiempo es en esa mesa". Y, de nuevo, se ríe. Te puede interesar
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