Una experta nos revela de qué forma las mujeres artistas de la Edad Media lograron crear en un mundo de hombres
Cuanto más atrás viajamos en la historia, más conscientes nos volvemos de los enormes obstáculos que las mujeres creativas enfrentaron en el pasado pero ¿cómo era exactamente ser una artista e intelectual en el periodo de la Edad Media situado entre el año 476 y el 1492? ¿De qué forma lograron esas mujeres dejar su testimonio en un momento particularmente difícil?
Sandra Ferrer Valero es una de las mayores divulgadoras en español del rol de las mujeres a través de la historia. Licenciada en periodismo por la Universidad de Barcelona, es responsable de la página web mujeresenlahistoria.com y autora de múltiples libros que tratan la temática, entre ellos Mujeres Silenciadas en la Edad Media, Breve Historia de Isabel la Católica y Breve Historia de la Mujer.
Hablamos con ella sobre los detalles de aquella etapa histórica y las sorprendentes lecciones que podemos aprender de sus grandes artistas destacadas como Herrada de Landsberg, Hildegarda de Bingen, la española Ende y Guda de Weissfauen. Descubre 5 obras de mujeres de la Edad Media a continuación.
Las mujeres en la Edad Media
Cuando analizamos el rol de las mujeres en el pasado, Sandra explica a Domestika que, lo primero que tenemos que entender, es el contexto histórico que les tocó vivir. La Edad Media es un periodo que heredó las ideas misóginas de la época clásica en la que filósofos como Aristóteles aseguraban que las mujeres eran seres incompletos. “Los pensadores medievales, sobre todo los miembros de la Iglesia, se preguntaban sobre la naturaleza femenina y cuestionaban cosas como si teníamos alma, si éramos capaces de llevar adelante actividades intelectuales y si podíamos, básicamente, hacer otra cosa más que dar a luz”, resume.
Pero mientras ellos se cuestionan estos asuntos, algunas mujeres trabajaban en la sombra para encontrar la forma de desarrollar sus talentos, saciar sus inquietudes intelectuales y hasta ejercer su influencia política. “No lo hacían de manera explícita y revolucionaria como podemos imaginar hoy porque ellas no iban al choque contra un sistema con el que, sabían, iban a perder. Estas mujeres encontraban formas de entrar en él sin poner en juego sus vidas. Ese era su mayor talento, la astucia”, describe la escritora. ¿Cómo lograban esto? Sorprendentemente, a través de la religión.
Por entonces, revela la escritora, la vida monástica representaba una posible puerta de liberación frente a una maternidad riesgosa y a la esclavitud interminable de las tareas domésticas. Se trataba de una forma de vivir otro modelo de vida.
La vocación religiosa como alternativa al matrimonio
“En esa época hubo una explosión de vocaciones religiosas”, afirma Sandra, pero pronto se apresura a aclarar, “no podemos decir qué porcentaje fue obligado y cuánto fue vocacional. Es cierto que hubo muchas personas consagradas pero también hay que ubicarse en la época: en la Edad media la religión lo era todo. Pocas personas se hubieran atrevido a poner en duda la palabra de la Iglesia y mucho menos a dejarlo por escrito”, describe.
La experta se atreve a ir un poco más lejos en su interpretación. “En el caso de las mujeres, no es descabellado pensar que muchas elegían la vida de monasterio porque era la única alternativa al otro modelo que las obligaba a contraer matrimonio y a ser madres”, describe.
La Edad Media es un periodo que heredó las ideas misóginas de la época clásica en la que filósofos como Aristóteles aseguraban que las mujeres eran seres incompletos
“La cuestión de la maternidad era otro tema”, profundiza. “Quedar embarazada era un trance muy peligroso por entonces. Había muchas mujeres que querían evitar esa situación como fuera. Es comprensible: una mujer podía tener 10 embarazos y ver sobrevivir a solo uno o dos de sus hijos y eso si no morían ellas", revela. "Es probable que, en ese contexto, la vida monástica haya sido una alternativa muy atractiva. Más aún si las mujeres que querían desarrollar una vida relacionada al conocimiento, al arte y a cierta participación pública”.
La experta resalta el de ejemplo de la célebre Santa Clara de Asís quién huyó de una familia noble y de un matrimonio concertado porque no quería volverse una madre sumisa. Liberada de ese mandato, se dedicó a la vida religiosa donde fundó su propia orden de monjas y desarrolló muchas de sus capacidades intelectuales y de liderazgo que la llevaron a tener influencia en las más altas esferas de la religión.
Mujeres artistas de la Edad Media
De acuerdo al contexto que venimos describiendo, no es difícil imaginar que el arte en la Europa medieval estaba enfocado, mayormente, en el mundo religioso. Sandra describe que la expansión del catolicismo por el continente impulsó la creación de catedrales y del arte sacro, tanto en lo público como en lo privado. Las obras, por regla general, salían de los mismos monasterios. En ellos, los monjes y las monjas realizaban iluminaciones, tal como se llamaban a las pinturas o dibujos de figuras que representaban diversos temas propios de su interpretación del mundo por entonces.
La vida monástica era la alternativa de las mujeres que querían dedicarse al conocimiento, al arte y a cierta participación pública
“Aunque en esta etapa de la historia la firma de autor no era importante, afortunadamente algunas de estas obras sí fueron firmadas, incluso por mujeres”, revela. “Gracias a estas firmas podemos empezar a tirar de esta larga cuerda que muestra los aportes femeninos al saber y el arte medieval”, explica.
Sandra hace énfasis en que, para elaborar estas obras, las religiosas eran autorizadas a acceder a conocimiento vedado para el resto. “Lo interesante de esta época es que los conocimientos científicos tenían una última explicación basada en conceptos divinos, no representaban entonces una amenaza para la Iglesia y eso les daba vía libre a ellas también para investigar, pensar y divulgar sin ser condenadas”.
Consagración y brotes místicos
Las mujeres dejaron su sello en diversas disciplinas pero fundamentalmente en dos, la poesía y las ilustraciones. Lo que volvió particular a esta época es que los conocimientos podían fácilmente mezclarse con los brotes místicos y por esta razón, muchas obras de divulgación de saberes cuentan con una carga simbólica tan compleja.
Las místicas medievales alemanas, de la zona del centro Europa, por ejemplo, dejaron testimonio de sus visiones en forma de poesía y dibujos. El lenguaje que utilizaban para hacerlo se relacionaba a estados mentales particulares. “Más tarde”, explica Sandra, “la Iglesia se vería obligada a preguntarse por estas manifestaciones”. ¿Eran conexiones místicas o el resultado de emociones, fervores y sentimientos difíciles de canalizar?
Las mujeres dejaron su sello fundamentalmente en dos disciplinas, la poesía y las ilustraciones
“Las exponentes más extremas de la mística eran las mujeres emparedadas que se enterraban en vida en un pequeño cubículo al lado de una iglesia y vivían ahí adentro, solas, encerradas”, describe. “Al final, una vida de solo oración, con un ayuno constante y con maltrato del cuerpo se llegaban a situaciones mentales excepcionales”, observa.
5 grandes obras de mujeres artistas de la Edad Media
Como ya hemos comentado, hay que tener en cuenta que durante la Edad Media la figura del artista no existía, por lo que muchas obras quedaron sin firmar. No obstante, hubo grandes mujeres artistas. Estas cinco obras sintetizan el espíritu de la época y algunos misterios aún no resueltos por los historiadores. 1. El Jardín de las Delicias, de Herrada de Landsberg
Herrada de Landsberg nació en 1130 en el castillo de Landsberg, en el Bajo Rin (Francia) y tomó los hábitos a muy temprana edad. Llegó a ser abadesa, el rasgo más alto en un monasterio pero aun no sabia asumido ese rol cuando en 1160, y durante diez años embarcó a las sesenta monjas de su convento en un proyecto intelectual. Se trató de la creación de un manuscrito de 324 páginas, compendio de “todo el saber existente y una historia del mundo”. Este manuscrito llamado Jardín de las delicias recorre las distintas ciencias conocidas ilustradas por más de 300 imágenes. Actualmente sólo se conserva un calco del manuscrito original. Tras permanecer largo tiempo en la biblioteca municipal de Estrasburgo, un incendio provocado por el asedio de la ciudad durante la guerra franco-prusiana en 1870 lo destruyó.
2. Codext Hitda, de Hitda de Meschede
Hitda de Meschede vivió entre 978 y 1042 e iluminó uno de los evangelios más conocidos hallados en Colonia, Alemania, Los evangelios de la abadesa Hitda de Meschede o Codext Hitda. Se autorretrató ofreciéndole su obra a la patrona de su orden, Santa Walburga. Antes que ella, la iluminadora Guda se reveló como la autora del primer autorretrato firmado. Esta monja alemana del siglo XII vivió en el convento de Weissfauen e iluminó el homiliario de San Bartolomé, que actualmente se conserva en Frankfurt. 3. El Beato de Gerona, de Ende
Ende fue una iluminadora de manuscritos que vivía a finales del siglo X en el Reino de León, en lo que hoy conocemos como España. Se considera la primera artista femenina en España y una de las primeras en Europa de la que se tiene registro. Su obra es de estilo mozárabe —desarrollado en la región después de la invasión musulmana— y mezclaba elementos del arte islámico y las tradiciones decorativas, con énfasis en la geometría.
Ende iluminó un verdadero manuscrito best seller del medievo llamado El Beato de Gerona, que contiene 284 folios escritos en letra visigótica y que está considerado como el único Beato ilustrado por una mujer. 4. Esculturas de Sabina von Steinbach
Según algunas fuentes históricas, Sabina fue una maestra escultora no religiosa del siglo XIII que prosiguió el trabajo de su padre en Estrasburgo, después de su muerte, y lo finalizó. Trabajó en la Catedral de Estrasburgo (Francia), donde habría dejado su firma en una estatua del evangelista San Juan que sostiene un pergamino que en latín dice «Gracias a la gran piedad de esta mujer, Sabina, que me dio forma en esta piedra dura". También habría trabajado en la Catedral de Notre Dame, en París. Su existencia es tan excepcional que aún hoy hay enormes debates sobre tu verdadera participación en las obras. 5. Protestificatio de Scivias, de Hildegarda de Bingen
Hildegarda de Bingen nació en Bermersheim (Alemania) en 1098. Fue la décima hija de un matrimonio de la nobleza local. Sus padres decidieron consagrarla a Dios como diezmo. Hildegarda, polifacética abadesa, física, filósofa, naturalista, compositora, poetisa y lingüista del medievo, era delicada y enfermiza. Desde los seis años aseguró ver cosas fuera de lo normal y sus experiencias místicas se prolongarían durante toda su vida, llegando a expresar sus conocimientos en forma de visiones que marcaron sus iluminaciones. Con el tiempo, la religiosa sería más y más respetada por aquellas visiones que muchos creían, eran proféticas, pero también más cuestionada. Hildegarda firma el manuscrito Protestificatio de Scivias, y también elaboró composiciones musicales mientras era visitada por la comunidad para pedirle consejos y curación.
Cuando llegó a ser abadesa, permitía que sus religiosas cantaran salmos con los cabellos sueltos bajo coronas de oro decoradas con cruces, luciendo velos de seda y con anillos de oro en sus dedos. Para Hildegarda los textos del Nuevo Testamento que hacían referencia a la sobriedad de los ropajes femeninos se referían a mujeres casadas, no a las vírgenes. ¿Qué te ha parecido esta información? ¿Tenías conocimiento sobre mujeres artistas de la Edad Media?
Si te interesa saber sobre arte y mujer no dudes en seguir a Sandra Ferrer Valero, leer sus libros y visitar mujeresenlahistoria.com.
También puedes descubrir más historias, proyectos y logros de mujeres creativas alrededor del mundo en nuestro blog de Domestika.
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