Nos colamos en el estudio de Misterpiro para descubrir el proceso detrás de sus coloridas obras
"Preguntarme cuál es mi color favorito es como preguntarle a un músico cuál es su nota favorita”, dice Andrés Sánchez-Ocaña (1994), conocido como Misterpiro, artista visual y urbano. Unas palabras que resumen a la perfección el estilo de este profesional, cuyo colorido trabajo ha decorado los muros, espacios y galerías de arte de ciudades como Nueva York, Cancún, Milán, Londres, Lisboa o Barcelona.
En 2018, fue nombrado como uno de los jóvenes emprendedores con más proyección en España por la revista ‘Forbes’ pero el camino para lograrlo empezó mucho antes: en Palencia, su ciudad natal. Con tan solo 11 años, comenzó a hacer sus primeros graffitis en las calles, sin conocimientos ni formación artística. Una pasión por intervenir el espacio público que fue evolucionando con el tiempo, alejándose del mundo del graffiti hasta llegar a su estilo actual, que mezca diferentes técnicas, materiales y soportes pero siempre con un denominador común: el uso apabullante del color.
Un proceso creativo orgánico
Misterpiro no le tiene miedo al lienzo en blanco, al contrario, arremete contra la tela con pinceladas rápidas e impulsivas que luego va reconduciendo. “Las primeras capas no las pienso casi nunca”, explica el artista. “Generalmente tampoco hago bocetos y es como que, en vez de decidir yo el color que uso, la obra, según voy trabajando, ella me va pidiendo los colores que tengo que emplear”, añade.
Este proceso, que Misterpiro define como “un ejercicio de ensayo y error”, da como resultado obras llenas de colores vivos que desbordan el lienzo.... literalmente. El artista cuenta que suele pedir que los bastidores tengan bastante anchura para poder hacer del canto de la obra parte de la pieza. “En el lateral va cayendo toda la pintura y se va bien algo similar a lo que ocurre cuando cortas un árbol y ves todos los anillos y años de vida que tiene. Así pero con las capas de pintura”, explica.
El pincel acumula capas de pintura
Una vez que ha ido haciendo las primeras capas de la obra, Misterpiro continúa el trabajo con el mismo pincel y usando el lienzo como si fuera una paleta. "Cuando presionas de una manera concreta van saliendo los otros colores y te van dejando rastros de la paleta anterior, ahí está un poco el juego. Y también me gusta ir mezclando sobre el lienzo sin hacer la mezcla previa antes”, explica.
Diferentes soportes y técnicas
Cuando Misterpiro se alejó del graffiti, empezó a trabajar desde su casa con nuevas técnicas. Pasó de la fuerza del spray a la delicadeza del lápiz y la acuarela. El soporte también cambió: de los muros de las calles al papel y lienzo. Sin embargo, pronto vio la necesidad de añadir un carácter a su obra que no podía obtener solo con la acuarela. Ahí es cuando empezó a mezclar dos mundos aparentemente opuestos.
Actualmente, la obra de este artista combina desde ceras, hasta acrílico, spray, lápiz e incluso neones, una apuesta luminosa que ha introducido en sus últimos trabajos. "Tenía muchas ganas de trabajar con luces, incluyendo neones. Lo pones encima de una obra o si lo acercas a una obra te cambia totalmente toda la gama de la obra", explica. Y no solo eso, Misterpiro también ha colaborado con distintos artistas decorando mobiliario, envoltorios para ramos de flores e incluso coches, a los que ha dado su particular estilo colorido.
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