Descubre la historia de amor real del personaje de la rosa y El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry
La novela El Principito, publicada en 1943 en inglés y francés, es uno de los libros más vendidos de todos los tiempos. Su historia, que refleja temas universales como el amor, la pérdida, y la soledad, sus elegantes ilustraciones, realizadas con acuarela por el mismo Saint-Exupéry, y todas las adaptaciones que se han hecho de la novela , que van del teatro, al ballet, la ópera o los videojuegos, han hecho que El Principito haya pasado a la historia como uno de los cuentos más relevantes de la literatura universal.
Aunque muchos conocen esta historia, y se ha convertido en una lectura prácticamente obligatoria durante la formación de muchos niños, pocos saben qué inspiró realmente una historia tan mítica y emblemática como esta: la relación de su autor con su mujer Consuelo de Saint-Exupéry, la salvadoreña que inspiró la novela.
Más que un cuento infantil
La historia la relata un narrador, un aviador que se encuentra perdido en el desierto después de que su avión se estrellara. Allí conoce al pequeño príncipe, un joven que le cuenta cómo ha viajado por el espacio y ha visitado diferentes planetas. Mientras busca maneras para arreglar su avioneta antes de quedarse sin agua, el principito le cuenta sus aventuras y describe sus relaciones con los personajes que ha conocido en sus viajes.
A pesar de su estilo y estética de libro infantil, sus observaciones y los temas que trata van más allá de simples moralejas: temas como la humanidad, la soledad, la amistad, el amor, y la pérdida se tratan de manera honesta y directa a través de sus personajes. Muchas de sus reflexiones giran en torno de los adultos y la sociedad: su falta de capacidad para percibir “las cosas importantes”, su arrogancia, su materialismo… Esto unido a la estética de las ilustraciones que caracterizan la historia, sus potentes citas y su estilo onírico y cautivador consiguieron que El Principito, y sus personajes, pasaran a la historia.
La rosa, el amor del Principito
Uno de los personajes de los que habla el principito es la Rosa. Confiesa su amor por ella y la describe como vanidosa y tontita, que crece sobre la superficie de un asteroide. Explica que es pretenciosa y que finge problemas para conseguir su atención y cuidados. En el tiempo que estuvieron juntos, el principito la alimentó, la cuidó y la protegió de los vientos cubriéndola con un globo de cristal.
A pesar del amor que sentía por ella, el principito empezó a pensar que su Rosa se estaba aprovechando de él, y decidió dejarla atrás para viajar a otros planetas. No obstante, cuando es el momento de decir adiós, la Rosa se disculpa por no haber sido capaz de demostrarle que realmente le quería. Le dice que los dos han sido inmaduros en esa relación, y aunque le desea lo mejor en sus viajes, rechaza la protección del globo de cristal que él había colocado para salvarla del viento: a partir de ahora, ella se protegerá a sí misma. El principito lamenta haberse fijado más en las palabras vanidosas de su Rosa que en sus acciones, que sí demostraban que ella también le quería. Más adelante, el principito se encuentra con un campo lleno de rosales, que le deprimen porque su presencia significa que su rosa no es tan especial como él creía. Sin embargo, y gracias a la ayuda de un zorro, se dará cuenta de que eso no es verdad: al haber “domado” a su rosa, ahora es la más especial de todo el jardín. Este es el momento que ofrece una de las lecciones más importantes del cuento: “lo realmente importante es invisible para los ojos”.
Hacia el final del relato, el principito decide que quiere volver con su rosa, preocupado por haberla dejado sola. Para ello, se deja morder por una serpiente que le ha prometido ayudarle a volver a su planeta. Así no llegamos a saber si el joven muere o si ha conseguido llegar a su destino y reencontrarse con su rosa.
Consuelo de Saint-Exupéry, la mujer detrás de la atormentada rosa
Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña nació en 1901 en Armenia, El Salvador, en el seno de una familia acomodada. Debido a su asma, se mudó para estudiar en San Francisco, Estados Unidos, y más tarde en Ciudad de México y Francia recibiendo una educación muy exhaustiva e internacional. Pero a pesar de su situación económica aventajada, Consuelo tenía algo que la convertiría en una paria social: su primer matrimonio a un capitán mexicano había terminado en divorcio, algo impensable en la época, que ocultó diciendo que su marido había muerto en la Revolución mexicana. Más tarde, viajó a París donde conoció al periodista y escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, con quien se casó a pesar de su diferencia de edad (ella era 30 años más joven). El crítico literario murió menos de un año después de la boda, legándole su considerable fortuna, con la que Consuelo se instaló en Buenos Aires.
En 1931, con 30 años, la escritora conoció y se casó con Antoine Saint-Exupéry. Por aquel entonces, Consuelo era una figura polémica: divorciada, viuda, y con una reputación de mujer bohemia y problemática, pero de indudable magnetismo. En su biografía, Consuelo de Saint Exupéry: Une mariée vêtue de noir, la escritora Marie-Helene Carbonel señala que además de ser una mujer muy atractiva físicamente, “también podía hablar [con los hombres]”, ya que era interesante e inteligente también. “No es una casualidad que interesara a tantos hombres inteligentes e importantes”, comentó la autora.
Un matrimonio conflictivo
El amor entre Consuelo y Antoine fue un flechazo. Ella se convirtió en su musa, a la que él escribía verdaderas declaraciones de amor en sus cartas. Sin embargo, los problemas en su matrimonio no se hicieron esperar. El Conde Antoine de Saint-Exupéry, un aristócrata, y escritor ampliamente reconocido, pertenecía a círculos sociales exclusivos en los que una mujer como Consuelo no era bien recibida. La nobleza francesa la consideraba “una mujerzuela” y la despreciaba, tanto a ella como al título de Condesa, que había adoptado tras su matrimonio con Antoine. Saint-Exupéry, reconocido mundialmente como un aviador pionero, viajaba con frecuencia, y en esos viajes tuvo numerosas aventuras con diferentes mujeres. Consuelo no se quedó atrás, y durante los años de matrimonio con Saint-Exupéry cometió también numerosas infidelidades. Su historia de amor fue tormentosa y problemática, y nunca totalmente feliz.
Memoria de la rosa, Consuelo escribió su propia historia
Antoine Saint-Exupéry desapareció en 1944 durante una de sus misiones de aviación en el marco de la Segunda Guerra Mundial, dejando a Consuelo viuda tras más de una década de matrimonio. Aunque las circunstancias de su muerte siguen rodeadas de misterio, no pasa lo mismo con la relación con su mujer. Un año después de su desaparición, Consuelo escribió Memoria de la rosa, donde habla de su matrimonio con el escritor. Este manuscrito sobre su relación con Antoine no vio la luz hasta el año 2000, muchos años después de su muerte en 1979, y sus páginas provocaron un auténtico revuelo en Francia. La salvadoreña habla de un Antoine egoísta y cruel, y de un matrimonio amargo y lleno de problemas, de las numerosas infidelidades de su marido y de los años llenos de conflicto y amargura. El libro se ha convertido desde su publicación en una auténtica sensación, traduciéndose a 16 idiomas.
El Principito: una carta de amor
Tras las confesiones de Consuelo en Memoria de la rosa, muchos críticos creen ahora que El Principito es una alegoría de la vida de Antoine, de sus preocupaciones, sus reflexiones y remordimientos.
Los tres volcanes del planeta del Principito son los tres volcanes de El Salvador. La rosa, vanidosa pero de buen corazón, es Consuelo. Su fragilidad, el asma crónica que ella padecía. El campo de rosas que distrae al Principito durante su visita a la tierra y le hace dudar del valor de su rosa, una alegoría sobre sus numerosas infidelidades. El Principito ha pasado a la historia como un cuento lleno de interesantes reflexiones, lecciones poéticas e imágenes icónicas. Pero para la biógrafa Marie-Helene Carbonel, El Principito es en realidad una carta de amor, y una disculpa, de Antoine de Saint-Exupéry a Consuelo. Una, que no sabemos si ella llegó a aceptar.
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