sábado, 30 de enero de 2021

Sonia Pulido: "La ilustración posibilita la reflexión y el cambio"

Sonia Pulido: "La ilustración posibilita la reflexión y el cambio"

Hablamos con la Premio Nacional de Ilustración 2020, sobre el papel de la ilustración en medio de un tsunami de imágenes

Podría decirse que Sonia Pulido, ilustradora y Premio Nacional de Ilustración 2020, se dio cuenta de que quería dedicarse a esta profesión gracias a una película de domingo por la tarde. Cuando tenía 9 años, vio en uno de esos films un personaje secundario que era ilustrador y tenía un estudio maravilloso repleto de material y mesas de dibujo. De repente, todos los libros ilustrados que había en su casa cobraron sentido. "Sentí una especie de clic cuando me di cuenta de que era gente así la que hacía esas ilustraciones", recuerda.

Y a diferencia de muchos otros, nunca abandonó el dibujo. Estudió Bellas Artes y en la biblioteca de la Universidad se produjo otro clic fundamental al descubrir un libro de la ilustradora Ana Juan que le abrió las puertas de otro mundo. "Vi una gráfica y una manera de hacer que no se parece a nada de lo que he hecho antes", explica.


Años después, Sonia Pulido se ha convertido en una de las ilustradoras españolas más destacadas. El Premio Nacional es un reconocimiento más en una carrera plagada de éxitos. Sus obras han aparecido en medios como The New York Times, El País o The New Yorker, ha ilustrado libros para editoriales como Lumen o Random House Mondadori y suyo es el cartel de las fiestas de la Mercè de Barcelona de 2018.

Hablamos con ella (en el Día de la Ilustración 2021) sobre los comienzos, los momentos que han marcado un antes y un después en su carrera o el papel de la ilustración en medio de un tsunami de imágenes.

Hola, Sonia. Pregunta obligada: ¿qué se siente al ganar el Premio Nacional de Ilustración?

No me lo esperaba y cuando me dio la noticia el ministro de Cultura (de España) creo que fue uno de los momentos más felices de mi carrera. Ha sido una gran alegría, recibí muchos mensajes cariñosos y me sentí muy honrada de que mi trabajo fuera reconocido por colegas de profesión, asociaciones de ilustradores e ilustradoras y editores. Hay que relativizar y el trabajo tiene que seguir siendo una lucha diaria, pero es cierto que estás más visible durante un tiempo y que llegan más propuestas relacionadas con el premio. ¿Y qué hay de esa otra visibilidad, la que dan los likes y las redes sociales?

Tener emails de clientes que quieran trabajar conmigo es lo más importante. Intento asumir los likes con aire festivo, y relativizar, porque la validación externa es tan tentadora que es muy fácil quedarse ahí. Y al final, lo que estamos enseñando es una parte consciente, los clientes y trabajos más satisfactorios, nunca enseñamos las pelusas del estudio, lo menos brillante.

En la ilustración no hay recetas, tienes que ser consecuente con tu trabajo y buscar una voz propia, más que un estilo

Nos enfocamos más en lo positivo pero podría ser muy importante, sobre todo para las personas que comienzan, contar que no todo es fácil y color de rosa y que hay padecimiento y proyectos que no salen o encargos con los que igual no estás muy convencida del resultado. ¿Cómo ha sido tu evolución en la profesión?

Echo la vista atrás y digo ¡Cómo publicaron esto tan horrendo! pero sin esos primeros trabajos, con tantas dudas, no sería lo que soy ahora. Por ejemplo, el primer proyecto con repercusión que hice fueron las ilustraciones para la columna de Javier Marías en El País Semanal, y tengo la sensación de que había mucho ruido, muchas texturas e información. El dominical cambió de diseño y me pidieron probar algo más sintético. Al principio me disgustó y luego acabó siendo una manera de hacer gráfica que contaminó otros trabajos y me permitió evolucionar. Hace unos años recuperé ese ruido, pero llevándolo a un terreno mucho más estético.

Ahora estoy en un momento en el que puedo ser muy gráfica, con un lenguaje muy cercano al cartel, o puedo tener un trabajo muy complejo con imágenes muy desarrolladas, muchas texturas, colores y elementos. Todo dependiendo del artículo que tenga entre manos. Me da mucho miedo quedarme en la zona de confort, encontrar una fórmula e ir haciendo. Es algo que me da pavor. A lo largo de tu carrera has hecho desde ilustraciones editoriales hasta portadas de libros, formatos donde la complejidad reside en condensar en una imagen el significado del texto. ¿Cuál es tu proceso de trabajo?

Al final, consiste en traducir un texto en imágenes. Hay una traducción de lenguajes pero también una ampliación de significado. No tienes que hacer una imagen que responda exactamente a lo que el texto dice sino que también puedes ampliar contenido.

La función de mi trabajo no es tanto una necesidad de expresión personal sino el ser altavoz, poner mi trabajo al servicio de otros

Las portadas de libro son especialmente complicadas porque un libro es todo un mundo. El proceso siempre se reduce a lo mismo: entender lo que estás leyendo, que parece algo absurdo pero es un paso muy importante. Pensar sobre el texto, encontrar las palabras claves, qué imágenes evocan, a qué otras palabras hacen referencia. Después, empiezo a bocetar con esas imágenes y yendo un poco más allá, intentando no caer en el estereotipo. Desarrollo de 2 a 3 bocetos, los envío a la editorial y me dan feedback. En mi caso, los bocetos siempre están muy armados. Es arriesgado porque supone trabajarlos mucho, pero me da bastante resultado. ¿Cuáles dirías que fueron los puntos de inflexión en tu trayectoria profesional?

El primero es el que te he contado de las columnas de Javier Marías en El País Semanal. Fueron diez años y muchas ilustraciones, allí me formé como ilustradora. Otro momento importante fue cuando empecé a trabajar con clientes de EE UU. Siento que sé llegar a conceptos más interesantes y creo que eso es también gracias a tener la figura que está al cargo de la dirección de arte. Otro momento muy decisivo a nivel personal fue la colaboración con Oxfam Intermón en un proyecto relacionado con los DDHH en Colombia. Esta experiencia llevó a preguntarme cuál era la función de mi trabajo. Y ahí decidí que no era tanto una necesidad de expresión personal sino el ser altavoz, poner mi trabajo al servicio de otros. También destacaría el encargo del Ayuntamiento de Barcelona para las fiestas de la Mercè. Ver la ciudad inundada con mis mujeres fue un momento de mucho poderío.
Has trabajado en libros colectivos como Enjambre (Norma Editorial, 2014) o Mujeres Bacanas (Editorial Catalonia, 2017) y muchas de tus ilustraciones tienen como eje la diversidad, la hermandad entre mujeres, el feminismo, ¿Cómo surge ese interés en reflejar la diversidad?

Como comunicadora visual tengo un compromiso con el tiempo en el que estoy viviendo y ahora estos temas están muy sobre la mesa. Al principio no era para nada consciente. Pero sí que es verdad que es a partir del encargo de varias ilustraciones para el libro Mujeres Bacanas (un libro de 100 biografías de mujeres), me doy cuenta de que todas ellas han padecido mucho por el hecho de ser mujeres. Ahí hay un clic y empiezo a mirar todo con otra mirada. Y cuando aparece esa mirada ya no puedes cambiarla, aunque sea agotador darse cuenta de cómo funciona todo.

La ilustración es una herramienta de reflexión y la reflexión puede llevar al cambio

Mis herramientas permiten una visibilidad, entonces puedo decidir qué personas aparecen en mis ilustraciones, quienes son las protagonistas y en qué lugar las coloco. En EE UU son muy sensibles con la diversidad y es algo que te hacen notar siempre. ¿Las minorías cómo aparecen y qué acciones hacen? Yo estoy en ese juego también, así que decido activamente quiénes aparecen como protagonistas.
Antes has hablado de ser altavoz con tus ilustraciones. ¿Cuál es el papel de la ilustración hoy en día, en una época histórica llena de imágenes?

El fotógrafo Joan Fontcuberta hablaba de un tsunami de imágenes y es cierto. Estamos en una avalancha constante con esos scrolls que no acaban nunca. Pero sí que creo que la ilustración es una herramienta de reflexión y la reflexión puede llevar al cambio. No digo que la ilustración sea una herramienta de cambio porque sería muy inocente, pero sí que posibilita la reflexión y poner la mirada en según qué temas. Por eso, a mí me gusta especialmente trabajar con temas medioambientales, de discriminación, feminismo… temas difíciles pero muy necesarios.

Has destacado trabajar para EE UU, ¿Cómo se llega a ilustrar para The New York Times?

Trabajo con un agente en EEUU y me ha servido para dar a conocer mi trabajo allí. No creo en recetas, al final tienes que ser consecuente con tu trabajo y buscar una voz propia, más que un estilo. Una voz que puede estar en permanente cambio, porque tú como persona estás cambiando constantemente y la evolución es muy necesaria.
¿Qué les aconsejarías a las nuevas generaciones de ilustradores e ilustradoras?

Lo más importante es no tener miedo a preguntar a otros colegas, los conozcas personalmente o no. De alguna manera todos estamos en lo mismo, aunque acabes de empezar o haga 20 años que estás trabajando. Te llega un cliente con el que no has trabajado nunca y tienes dudas sobre el contrato, sobre presupuesto…

Me gusta especialmente trabajar con temas medioambientales, de discriminación, feminismo… temas difíciles pero muy necesarios

Pregunta porque eso va a evitar que metas la pata y sientes un precedente que quizás perjudique a todo el colectivo. Tampoco trabajes gratis, tu trabajo siempre se tiene que ver remunerado, si el proyecto no tiene fondos que haya un trueque, por ejemplo. Y relacionado con el mundo del libro, siempre se tiene que trabajar con derechos de autor, no puede ser trabajar con un tanto alzado. Los derechos de autor se han peleado mucho y son imprescindibles. Y ya para terminar, ¿Cuál es la anécdota más alucinante que has vivido como ilustradora?

Tengo un par de momentos relacionados con mi trabajo para The New Yorker. Ilustré un artículo sobre una flautista y cuando ella vio la ilustración le encantó y me escribió para invitarme a su concierto. Yo estaba cerca de Barcelona y esto era en Nueva York, así que le dije que me encantaría pero que no me daba tiempo. Y otra vez, hice una ilustración para la reseña de una película y la secretaria del actor Ethan Hawke contactó conmigo para ver cómo comprar la ilustración, porque le había gustado especialmente. Él era un personaje secundario en la ilustración, así que fue muy especial. También tuve un encargo para un festival de cine cuya imagen es Geena Davis. Y tuve que hacer una llamada telefónica con ella. "I’m over the moon", le dije. Un momentazo.

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silvia.laboreo

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