miércoles, 10 de junio de 2020

¿Cual fue el primer museo de la historia?

¿Cual fue el primer museo de la historia?

Que el arte esté a disposición de toda la población no es una máxima universal: se nos ocurrió hace apenas unos siglos

Tendemos a pensar que todo lo que nos rodea siempre estuvo ahí, como si fuese algo natural. Los museos, encargados de preservar y difundir el legado del arte y la cultura de todas las épocas, se han convertido en una parte tan central de las vidas de muchos de nosotros que casi es imposible imaginar un mundo en el que no existan. Pero lo cierto es que todo tiene su origen, y los museos no son una excepción. Permitir que todo el mundo, sin importar su procedencia o capacidad económica, tenga acceso al arte no es una noción tan antigua: apenas tiene unos siglos, y la difusión de los museos jugó un papel esencial en esta democratización de la cultura.

Es difícil establecer cuál fue, literalmente, el primer museo de la historia, pero sí existen ciertos hitos que nos permiten hablar de cómo la consideración popular del arte ha ido variando a lo largo de los siglos. Estos son algunos de los museos que cambiaron la historia.

El museo de Ennigaldi-Nanna

No lo intentes: hoy en día, es imposible visitar el que es considerado por muchos arqueólogos como el primer "museo" de la historia. De la colección privada de la princesa Ennigaldi, hija del último rey del imperio neobabilónico, solo quedan algunas ruinas. Y es normal: se calcula que el museo se construyó en torno al año 530 a. C.

Por aquel entonces, solo gente poderosa como el último rey mesopotámico se podía permitir recopilar y estudiar artefactos antiguos y de gran valor como los que contenía el museo de su hija. Por supuesto, las instalaciones no eran de entrada libre, y solo podía acceder la élite de la sociedad, aquellos escogidos por los dueños de la colección. Una colección que Ennigaldi utilizaba para intentar reconstruir la historia de sus ancestros, y que contenía piezas que databan, según las investigaciones, de hasta 20 siglos antes de Cristo. Pero, si en aquella época era habitual que los poderosos recopilasen artefactos históricos de valor, ¿qué diferencia al museo de Ennigaldi de otras colecciones privadas? La respuesta es tan fascinante como mundana: Ennigaldi fue la primera en colocar rótulos explicativos junto a las piezas. Cilindros de barro que detallaban la procedencia e historia del objeto en cuestión, y que son los antepasados más antiguos de los actuales carteles descriptivos.

Los Museos capitolinos

Entre el museo de Ennigaldi-Nanna y la institución del museo público moderno tal y como lo conocemos hoy en día pasaron no ya cientos, sino miles de años. Durante la mayor parte de este tiempo las colecciones de arte y objetos preciosos siguieron casi exclusivamente en manos de familias pudientes y figuras destacadas del mundo de la historia y el arte.

Reyes, nobles, aventureros que consiguieron hacer fortuna viajando por el mundo... personajes singulares que organizaban sus colecciones de forma desordenada y caótica, sin atender a taxonomías ni reglas científicas. Pero estos "gabinetes de las curiosidades" irían dejando paso poco a poco al museo tal y como lo entendemos hoy en día. Los primeros museos de la historia en pertenecer no a un individuo sino a una institución pública (en este caso, a la ciudad de Roma) fueron los Museos capitolinos. Visitables hoy en día, albergan la colección de arte pública más antigua del mundo, distribuida entre el Palacio de los Conservadores y el Palacio Nuevo. El origen de la primera colección de los Museos capitolinos se dio en 1471, cuando el Papa Sixto IV donó a la ciudad varios bronces que decidió exponer en el Palacio de los Conservadores y la Plaza del Capitolio; posteriores Papas ampliaron una colección, que, eso sí, seguía sin estar abierta a todo el mundo aunque fuese de titularidad pública. Ya en 1734, el Papa Clemente XII, movido por los aires democratizadores de la Ilustración, decidió abrir los museos al público general.

El Museo Ashmolean

Entre los siglos XV y XVIII, diferentes museos de titularidad pública fueron surgiendo a lo largo de Europa para saltar también a otras partes del mundo posteriormente. Eran, como en el caso de los Museos capitolinos, públicos, pero no estaban abiertos a todo el mundo. Por ejemplo, cuando se inauguró el British Museum en 1759, la entrada solo estaba permitida a pequeños grupos y tenía que pedirse el permiso por escrito, justificándola.

La Revolución Francesa intentó democratizar el arte abriendo el Louvre a toda la población, permitiéndoles acceder en 1793 a las impresionantes colecciones de arte amasadas por la familia real durante siglos, y así el museo francés se convirtió en un agente de cambio imprescindible. Pero mucho antes del Louvre, el londinense Museo Ashmolean, la primera institución museística universitaria, había abierto sus puertas a toda la población. Más concretamente, en 1683. Allí se guardaba la colección de objetos preciosos de Elias Ashmole, fascinante científico y místico que había donado sus riquezas unos años antes a la Universidad de Oxford.

Entre los siglos XIX y XX, con la aparición del derecho al ocio y el entretenimiento, la difusión de la educación obligatoria y los derechos humanos y la emancipación de las clases populares, los museos se convertirían en la institución abierta a todo el mundo que conocemos hoy en día. Te puede interesar

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ricardojornet

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